lunes, 7 de marzo de 2011

de Nostalgia por el Terruño

Soy oriundo de una ciudad de montañas y a lo largo de mi vida estuvieron siempre ahí. A mi costado, a mi espalda, delante; rodeando y observando, involucradas involuntariamente en dada detalle y momento de la vida.
Nací en El Obispado, viví en la Loma Larga, crecí al costado del Cerro de la Silla y a la hora de elegir casa, fue al pie del Cerro de las Mitras, mientras que el trabajo, en más de una ocasión fue al pie de la majestuosa Sierra Madre.
Ahora, ya no estoy aquí; por lo menos no tanto como desearía. Ahora lo que puedo hacer es contemplarlas cada vez que regreso a ese pedazo de tierra al que llamo terruño, mientras desciendo de la Cuesta de Mamulique, esperando que no haya bruma que me impida contemplarlas en toda su majestuosidad, y disfrutar observándolas mientras manejo; disfrutar que llego al lugar dónde bajo su resguardo y sombra crecí.
Soy oriundo de una ciudad de montañas, y las extraño. Cuando aún vivía aquí, me preguntaba qué veía la gente que visitaba Monterrey, que tanto se admiraba, y se tomaba fotos, y les tomaban fotos para llevarlas de recuerdo a sus lugares de origen; me preguntaba si realmente eran tan impresionantes como para generar esas expresiones de asombro y tal admiración. Ahora que no las veo día a día, las extraño; las extraño, las valoro y las disfruto cada vez que tengo la oportunidad de regresar.
Quienes viven aquí quizá no tienen la oportunidad de disfrutarlas, como quienes no las tenemos a diario; ahora, cuando regreso y puedo verlas, y observar el detalle de las rocas y la vegetación, no puedo evitar estremecerme pensando que han estado ahí desde siempre, desde antes de mí y seguramente después de mi. Ojalá tenga la capacidad de transmitir a mis hijos el amor por esta tierra, porque a ellos no les está tocando disfrutarlas ni tenerlas, ni correrlas, escalarlas o hasta escoriarse las rodillas al descenderlas impulsados por la fuerza de gravedad.
Tengo orgullo de ser del norte, tengo orgullo de ser Regio, aunque con eso me gane el mote de “codo”, pero tengo más orgullo de las Montañas de Monterrey, de estas montañas que abrazan la ciudad y contemplan estoicas sus momentos  de gloria, triunfo y hasta de dolor, y siguen ahí como testigos de su crecimiento y desarrollo; que han estado ahí desde mucho antes que Don Diego de Montemayor llegara con doce familias y decidiera establecerse junto al ojo de agua de Santa Lucía y fundara la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.
Soy oriundo de una Ciudad de Montañas, de La Ciudad de las Montañas.

3 comentarios:

  1. Orgullo de ser del Norte..¡Eso!...yo tengo aquí casi once años y no dejo de maravillarme ante la majestuosidad de las montañas, de la ciudad y de su gente, ojalá que en algún momento te reciban a ti y a tu familia de nuevo, de esos regios hacen falta!

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  2. Muchas gracias por tu comentario, siempre es un gustazo que me leas. Y bueno, mientras estoy lejos, sé que el terruño está bien habitado, con personas buenas como tu. (ahí te lo encargo).

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  3. Muy emotiva y nostálgica tu entrada!!!
    A veces falta retirarnos para acercarnos más...
    Me gustó mucho!!!

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