martes, 30 de agosto de 2011

...de estar en "La Cima de la Evolución"


Hace algunos días mientras esperaba un trámite en el puente internacional, pude ver un hombre que comía tranquilamente una caña de azúcar mientras esperaba revisaran su vehículo. Me dio risa lo concentrado que estaba, y a la vez, aunque sin ser sucio, su forma de comer me recordó algo en lo que en ocasiones percibo y me parece muy divertido.

Se trata de cómo, si lo pensamos, nuestro comportamiento se parece tanto a los del resto de los animales “no racionales” y de quienes la mayoría de las veces nos sentimos tan alejados y tan superiores. En fin, el hecho es que disfruto, cuando tengo oportunidad, observar el comportamiento de las personas y hallar similitudes con el comportamiento de algún otro ser vivo, como por ejemplo:

Ver a un bebé, o un niño pequeño, tratando de que su papá/mamá lo cargue y cuando lo logra, como invariablemente aferra sus piernitas alrededor del, en ocasiones protuberante, vientre del progenitor en turno, como lo hacen los chimpancés, gorilas y otros primates.

O recuerdo también, cuando iniciaba en mi carrera laboral y estaba de residente en una construcción, a Don Joaquín, un albañil de alrededor de 70 años, que después de calentar los tacos que le hacía su esposa y le enviaba de lonche, se sentaba en “cuclillas” mientras saboreaba esos deliciosos tacos de papa o de frijol que no pueden encontrarse en ningún otro lado, ni pueden tener el mismo delicioso sabor, si no son calentados en una lámina semi-cubierta de concreto y calentados con leña de pino, obtenida de los sobrantes de alguna cimbra. Lo más gracioso es que Don Joaquín no tomaba el taco como lo hacemos la mayoría, que con mucha precaución para no ensuciarnos, lo tomamos de la parte superior, dejando que lo que tenga que caer, caiga. No, él lo hacía tomándolo con toda la mano, por el centro, rodeándolo con todos los dedos, como haciéndolo “machito”, me recordaba tanto la forma en que los pericos toman su alimento para comer.

Y que tal la manera en que los hombres, desde la adolescencia “aprendemos” a demostrar el “cariño” por nuestros amigos? Ni modo de andarnos abrazando y diciendo palabras tiernas, verdad? así que tenemos que recurrir a los golpes, empujones, zapes, etc., tal como los simios con sus similares.

O los niños jugando, retozando en un jardín, echando maromas, persiguiéndose unos a otros, me recuerdan tanto a los cachorros de los felinos, que con cualquier cosa pueden entretenerse y pasar momentos maravillosos.

Tristemente, en ocasiones, esos mismos humanos, recuerdan a otros animales, los carroñeros, los depredadores, que solo esperan el momento más vulnerable de algún otro menos afortunado para hacerse con lo que, desde su perspectiva, puede ser suyo.

Sin embargo, aun ahí hay una diferencia abismal, ellos (los animales) lo hacen para sobrevivir, por instinto, no por crueldad como algunos de nosotros, quienes a veces sin ninguna razón aparente, nos colocamos  “en el punto más alto de la evolución”.

Creo que como especie deberíamos ser un mucho más humildes y aprender de las criaturas que nos rodean.
En ocasiones me pregunto si no tendría razón aquella frase de Smith en The Matrix, cuando decía que los humanos somos un virus que solo llegamos para destruir todo lo que tocamos y que antes de nosotros vivía en orden? Es triste pensarlo, pero a veces no me parece una premisa tan descabellada.

En fin, la intención de este post no es lamentarme, sino compartirles lo divertido que es darnos cuenta que, aunque nos sintamos muy “superiores como especie” respecto a otros seres vivos, hacemos muchas cosas iguales. Chéquenlo y verán!

jueves, 25 de agosto de 2011

...de recuerdos imborrables y aniversarios luctuosos


Parece que por estos días es inevitable pensar que el mundo se está yendo al carajo, lo malo es que tenemos (por lo menos que yo recuerde) casi 10 años de pensar asi…


…todo empezó aquella mañana de martes, 11 de Septiembre del 2001. Los hechos? Todos los conocemos. Dudo que exista alguien que no recuerde donde estaba, como se enteró o que pensaba en esos momentos.

Yo? Recuerdo que en ese entonces, a mis cortos 24 años, tenía mi propio negocio. Esa mañana me preparaba para ir a la oficina,  cuando por las noticias me enteré del primer avión estrellado, asi que, raudo y veloz, tomé la TV mas fácil de cargar de casa de mis papás, la subí a mi pick up Chevrolet caja California (las nalgoncitas) y me lancé a la oficina. Ahí, recuerdo claramente haber estado sentado en un banco de restirador (quien esté relacionado con el diseño, ingeniería o arquitectura sabrá perfectamente de que hablo), con los codos en las rodillas, pensando: “el mundo no volverá a ser el mismo”.

Curioso pensamiento, si tomamos en cuenta que yo tenía solo una semana de haber visto personalmente las Torres Gemelas en mi regreso de un viaje de mochilazo por Europa que, gracias a mi negocio propio, había podido costearme. 
Recuerdo que aún estaba en la etapa en la que,después de un viaje de esa naturaleza, cae cualquier mexicano (creo) al darse cuenta de las abismales diferencias en cultura y nivel de vida que se pueden encontrar al otro lado del Atlántico. Si hasta antes de ese viaje me decía a mi mismo que no por haber nacido en Monterrey, significaba que moriría ahí, no fue hasta que visité lugares como Paris, Bruselas, Zurich o Münich, que entendí lo que significaba “otro mundo”. En fin, aun me encontraba en esa etapa en la que, además de lidiar con el “jetlag” tenía que hacerme a la idea de que yo tenía un negocio que manejar, una nómina que pagar, clientes que atender y una vida en México a la que había que volver...cuando llegó ese Martes de Septiembre.

Y lo anterior, para no mencionar que los acontecimientos se dieron un día antes de mi cumpleaños 25, asi que ahí estaba yo, apoyando la barbilla en mis codos, tratando de entender lo que estaba pasando y las implicaciones que eso tendría en mi vida…

Que lejos estaba de saber que tanto cambiaría la vida!, de saber el impacto real que ese incidente tendría para toda la economía mundial, para la vida de todos, para nuestra forma de viajar, para mi negocio. 
En fin, el mundo en que hoy vivimos, en mucho está definido por esos acontecimientos, sin embargo, mucho de lo que soy, de mis sueños, de mis esperanzas, de mis planes, de mis anhelos, de la percepción que tengo de la vida, no se debe tanto a ese hecho en particular, sino al viaje que me regalé un mes antes de que el mundo cambiara tanto, cuando aun había cierta “inocencia” en el viajar.

En algún lugar escuché algo así como: “usa el dinero para acumular experiencias, no bienes” y la verdad es que es una gran frase, llena de sentido y razón. Al igual que la lectura, viajar abre la mente a nuevas experiencias y esperanzas, sueños y anhelos.

Definitivamente el 2001 marcó un parteaguas en muchos sentidos en mi vida, afortunadamente me dejó mas el viaje, que lo que vivimos, y hemos vivido desde aquel 11 de Septiembre.

martes, 2 de agosto de 2011

...de una historia dando vueltas en la cabeza.






Esa mañana, Andrés se levantó especialmente temprano; no era su costumbre quedarse hasta tarde en cama ni los fines de semana, pero algo lo hizo levantarse poco antes del amanecer. Como era su costumbre, se preparó y salió casi sin despedirse, un ademán con la mano, y un "bye" como cada día.

Toño estaba soñando; soñaba que corría para alcanzar y subir de un salto al camión que lo llevaría al taller donde trabajaba, era el sueño de cada noche, que siempre terminaba justo antes de dar el salto para subir al camión. Fue ahi donde empezó su historia.

Andrés tuvo un día normal, la escuela le gustaba, pero no tanto como la compañía de Gabriela, a quien había conocido en el curso anterior y de quien estaba, si no enamorado, si muy enganchado, sentimiento que era mutuo, pero que no terminaba por cristalizar en una relación seria.

Un calambre despertó repentinamente a Toño, justo después de que terminara aquel sueño recurrente; era como si las piernas siguieran ahi, donde debían estar, el calambre lo hacía sentir como si nunca se hubieran ido.

Para esa tarde, Andrés tenía un plan especial, era viernes y quería salir el fin de semana, un viaje que había estado planeando hacía meses, tenían la intención se salir justo al terminar la clase de doce, les esperaba un fin de semana de escalada con los amigos, y obvio, Gabriela.

Toño no tuvo tiempo de dentenerse a lamentarse de su situación, hacía mucho que se había hecho a la idea, aunque todavía le molestaban las miradas de lástima que percibía en ocasiones de algunas personas al pasar a su lado, siempre viéndolo hacia abajo y él, casi siempre con la vista al cielo.

Un hecho raro sucedió esa mañana cuando Andrés salió de su casa, y es que, considerando el tiempo que llevaba planeando el viaje de ese fin de semana, resultaba extraño que hubiese olvidado su maleta. Eso significaría un retraso que, aunque no de consideración, si requeriría de manejar nuevamente por la ruta alterna que lo llevaba de regreso a su casa mientras el gobierno de la ciudad trabajaba en las adecuaciones de la vía rápida, que se encontraba cerrada después de los daños que sufrió con la última tormenta.

Al pasar de las tablas de madera cubiertas de cartón y un pedazo de tela que en algún momento fue una sábana azul, y que ahora formaban su cama, Toño recordó su sueño; las primeras veces que lo había tenido, despertaba sudando, con la certeza de que todo lo que le había sucedido justo después de ese salto donde siempre terminaba el sueño, había sido eso, un sueño; con el tiempo, esa certeza dejó de serlo, para convertirse en esperanza, luego duda y ahora nada.

Andrés salió de prisa, decidido a no hacer esperar a los demás mientras iba por su maleta; el resto del grupo se adelantaría para hacerse con las cosas que aun faltaba por comprar, así que al final, el retraso no lo sería tanto. Gabriela se había ofrecido a acompañarlo, pero Andrés sugirió que se quedara con el grupo dado que ella no era partidaria de perder el tiempo y tenía la costumbre de apurar al resto de sus amigas, lo que en este fin de semana en particular sería bastante útil.

Toño tenía ya un rato en el lugar donde, como de costumbre, pasaba al menos catorce horas al día, siete días a la semana; las primeras horas de cada día, vendiendo periódico; el resto, muy a su pesar, mendigando dinero a las personas que se detenían cuando la luz marcaba “rojo”. Esa parte era a la que jamás había conseguido acostumbrarse; entendía que su capacidad para trabajar había decrecido considerablemente después del accidente, entendía que todo el conocimiento y la habilidad que en algún momento había tenido, ahora no le servían de nada, pero de eso, a tener que mendigar en un crucero, había bastante diferencia; y no es que Toño hubiese sido adinerado, pero el orgullo de haberse forjado él mismo su profesión, para luego perderla en un incidente tan trivial, le seguía doliendo.

El trafico no era particularmente complicado ese día, así que Andrés iba conduciendo bastante relajado, escuchando música como era su costumbre, aunque no tan alto como lo hacía durante sus días en la preparatoria, dado que ya había empezado a percibir una leve disminución de su capacidad auditiva como resultado de su pasión por los altos volúmenes. Un detalle llamó su atención, parecía que ahora si habían puesto atención a la cantidad de tráfico que circulaba por esa calle como resultado de la desviación y habían sincronizado las luces, lo que resultaba en un menor tiempo de recorrido al que había esperado; desde el punto donde se encontraba, podía ver las siguientes cuatro luces que iban cambiando conforme se acercaba; eso lo puso de mejor humor.

En una ciudad donde la mayoría de las veces, las soluciones se dan una vez que las necesidades están por colapsar la vida de sus habitantes, el crucero donde Toño acostumbraba pasar sus días, no tenía espacio suficiente en los carriles, dado que a la administración anterior, se le había ocurrido la genial idea de reducirlos “un poco”, con la intención de hacer espacio para colocar sitios de estacionamiento y cobrar mediante parquímetros. Esto, había hecho que Toño tuviese que cambiar el sitio desde donde antes acostumbraba vender el periódico, a hacerlo justamente en la línea blanca que divide los dos carriles de circulación; un hecho que, quienes estaban acostumbrados a circular por esa calle, estaban bastante acostumbrados.

Andrés seguía viendo tres luces adelante del cruce donde se encontraba, aunque el trafico se había incrementado un poco. Sin embargo, a pesar de que no iba tan rápido, cuando la camioneta que circulaba delante de él desaceleró para virar a la derecha, Andrés decidió cambiar de carril para alcanzar la luz verde…justo en ese momento, alcanzó a ver los ojos de Toño que volteaban a encontrarse con los suyos, mientras no atinaba a alcanzar con sus manos los aros metálicos mediante los cuales impulsaba la silla que ahora era su medio de transporte. Para el momento en que los brazos de Andrés completaron el movimiento que sacaría a su vehículo de la ruta contra Toño, ya era tarde…

Cuando Toño abrió los ojos de nuevo, no sintió calambres, pudo ver su piel sin el tono que le habían dejado años expuesto al sol y al calor, aunque lo que verdaderamente lo sorprendió fue el verse de pie, sobre sus piernas, listo para empezar una caminata diferente.

Para Andrés, la historia sería otra…