martes, 2 de agosto de 2011

...de una historia dando vueltas en la cabeza.






Esa mañana, Andrés se levantó especialmente temprano; no era su costumbre quedarse hasta tarde en cama ni los fines de semana, pero algo lo hizo levantarse poco antes del amanecer. Como era su costumbre, se preparó y salió casi sin despedirse, un ademán con la mano, y un "bye" como cada día.

Toño estaba soñando; soñaba que corría para alcanzar y subir de un salto al camión que lo llevaría al taller donde trabajaba, era el sueño de cada noche, que siempre terminaba justo antes de dar el salto para subir al camión. Fue ahi donde empezó su historia.

Andrés tuvo un día normal, la escuela le gustaba, pero no tanto como la compañía de Gabriela, a quien había conocido en el curso anterior y de quien estaba, si no enamorado, si muy enganchado, sentimiento que era mutuo, pero que no terminaba por cristalizar en una relación seria.

Un calambre despertó repentinamente a Toño, justo después de que terminara aquel sueño recurrente; era como si las piernas siguieran ahi, donde debían estar, el calambre lo hacía sentir como si nunca se hubieran ido.

Para esa tarde, Andrés tenía un plan especial, era viernes y quería salir el fin de semana, un viaje que había estado planeando hacía meses, tenían la intención se salir justo al terminar la clase de doce, les esperaba un fin de semana de escalada con los amigos, y obvio, Gabriela.

Toño no tuvo tiempo de dentenerse a lamentarse de su situación, hacía mucho que se había hecho a la idea, aunque todavía le molestaban las miradas de lástima que percibía en ocasiones de algunas personas al pasar a su lado, siempre viéndolo hacia abajo y él, casi siempre con la vista al cielo.

Un hecho raro sucedió esa mañana cuando Andrés salió de su casa, y es que, considerando el tiempo que llevaba planeando el viaje de ese fin de semana, resultaba extraño que hubiese olvidado su maleta. Eso significaría un retraso que, aunque no de consideración, si requeriría de manejar nuevamente por la ruta alterna que lo llevaba de regreso a su casa mientras el gobierno de la ciudad trabajaba en las adecuaciones de la vía rápida, que se encontraba cerrada después de los daños que sufrió con la última tormenta.

Al pasar de las tablas de madera cubiertas de cartón y un pedazo de tela que en algún momento fue una sábana azul, y que ahora formaban su cama, Toño recordó su sueño; las primeras veces que lo había tenido, despertaba sudando, con la certeza de que todo lo que le había sucedido justo después de ese salto donde siempre terminaba el sueño, había sido eso, un sueño; con el tiempo, esa certeza dejó de serlo, para convertirse en esperanza, luego duda y ahora nada.

Andrés salió de prisa, decidido a no hacer esperar a los demás mientras iba por su maleta; el resto del grupo se adelantaría para hacerse con las cosas que aun faltaba por comprar, así que al final, el retraso no lo sería tanto. Gabriela se había ofrecido a acompañarlo, pero Andrés sugirió que se quedara con el grupo dado que ella no era partidaria de perder el tiempo y tenía la costumbre de apurar al resto de sus amigas, lo que en este fin de semana en particular sería bastante útil.

Toño tenía ya un rato en el lugar donde, como de costumbre, pasaba al menos catorce horas al día, siete días a la semana; las primeras horas de cada día, vendiendo periódico; el resto, muy a su pesar, mendigando dinero a las personas que se detenían cuando la luz marcaba “rojo”. Esa parte era a la que jamás había conseguido acostumbrarse; entendía que su capacidad para trabajar había decrecido considerablemente después del accidente, entendía que todo el conocimiento y la habilidad que en algún momento había tenido, ahora no le servían de nada, pero de eso, a tener que mendigar en un crucero, había bastante diferencia; y no es que Toño hubiese sido adinerado, pero el orgullo de haberse forjado él mismo su profesión, para luego perderla en un incidente tan trivial, le seguía doliendo.

El trafico no era particularmente complicado ese día, así que Andrés iba conduciendo bastante relajado, escuchando música como era su costumbre, aunque no tan alto como lo hacía durante sus días en la preparatoria, dado que ya había empezado a percibir una leve disminución de su capacidad auditiva como resultado de su pasión por los altos volúmenes. Un detalle llamó su atención, parecía que ahora si habían puesto atención a la cantidad de tráfico que circulaba por esa calle como resultado de la desviación y habían sincronizado las luces, lo que resultaba en un menor tiempo de recorrido al que había esperado; desde el punto donde se encontraba, podía ver las siguientes cuatro luces que iban cambiando conforme se acercaba; eso lo puso de mejor humor.

En una ciudad donde la mayoría de las veces, las soluciones se dan una vez que las necesidades están por colapsar la vida de sus habitantes, el crucero donde Toño acostumbraba pasar sus días, no tenía espacio suficiente en los carriles, dado que a la administración anterior, se le había ocurrido la genial idea de reducirlos “un poco”, con la intención de hacer espacio para colocar sitios de estacionamiento y cobrar mediante parquímetros. Esto, había hecho que Toño tuviese que cambiar el sitio desde donde antes acostumbraba vender el periódico, a hacerlo justamente en la línea blanca que divide los dos carriles de circulación; un hecho que, quienes estaban acostumbrados a circular por esa calle, estaban bastante acostumbrados.

Andrés seguía viendo tres luces adelante del cruce donde se encontraba, aunque el trafico se había incrementado un poco. Sin embargo, a pesar de que no iba tan rápido, cuando la camioneta que circulaba delante de él desaceleró para virar a la derecha, Andrés decidió cambiar de carril para alcanzar la luz verde…justo en ese momento, alcanzó a ver los ojos de Toño que volteaban a encontrarse con los suyos, mientras no atinaba a alcanzar con sus manos los aros metálicos mediante los cuales impulsaba la silla que ahora era su medio de transporte. Para el momento en que los brazos de Andrés completaron el movimiento que sacaría a su vehículo de la ruta contra Toño, ya era tarde…

Cuando Toño abrió los ojos de nuevo, no sintió calambres, pudo ver su piel sin el tono que le habían dejado años expuesto al sol y al calor, aunque lo que verdaderamente lo sorprendió fue el verse de pie, sobre sus piernas, listo para empezar una caminata diferente.

Para Andrés, la historia sería otra…

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