jueves, 19 de mayo de 2011

Mi Derecho Izquierdo de ser Zurdo


Hoy me volvió a pasar, estar sentado en una mesa, de esas en las que colocan un sitio más del normal para optimizar espacio, pero que a los comensales nos deja con un problema operativo a la hora de comer.

Pues resulta que habemos a quienes este tipo de situaciones resulta más complicado de lo normal. Porque? Pues por la simple razón de que yo, como aproximadamente el 10% de la población mundial, soy zurdo.

Desde niño he escuchado historias acerca de cómo en el pasado éramos mal vistos, como si fuese una especie de enfermedad o defecto, ya saben, la típica historia en la que a los “niños de antes” les amarraban la mano detrás de la espalda para que aprendieran a escribir con “la mano correcta”. En fin, crecer escuchando esas historias me hacía sentir feliz de haber nacido cuando nací, y no antes.  O que tal la de “Los zurdos son más inteligentes” no sé si en general pueda determinarse si lo somos y la neta , me da flojera investigar en internet si existen datos probatorios, lo que sí, es que esa parte me hacía también sentir,  por lo menos, especial (en un buen sentido).

El problema radica en que, sí, somos diferentes; pero resulta que en un mundo dominado por los diestros (claro, son mayoría lo entiendo) no siempre todo es maravilloso para nosotros, es decir, tampoco es un calvario, pero hay, de vez en cuando, pequeños detallitos que te hacen la vida un poco más difícil, detalles que un diestro da por sentado.

Mis experiencias? Ah! Como no, por ejemplo:

Aquellos pupitres para dos personas típicos de las escuelas públicas eran una verdadera odisea, por no llamarlo suplicio, siempre tenía que estar pidiendo me “acomodaran” del lado izquierdo del mismo para no tener los codos chocando todo el día.

O que tal las navajas de excursión con filo para diestros? Traten de cortar algo con la mano izquierda, solo conseguirán que se atore.

No hablemos de las tijeras y ese sutil pero tan necesario movimiento entre el dedo pulgar y el resto de los dedos que hace que las hojas de la misma se “junten” para cortar papel, pero que el mismo movimiento con la mano izquierda las separa consiguiendo únicamente doblarlo.

Que me dicen de pasar los tres años de secundaria escribiendo en un pupitre individual para diestro, es decir, estar torcido todo el día mientras se escribe en una “paleta” colocada al lado contrario de la mano con la que escribes? Eso, para no mencionar las peleas por el único pupitre zurdo que la SEP tan caritativamente hizo llegar a la escuela. (Será por eso que ahora prefiero mil veces teclear que escribir?).

O el más divertido (ajá) y generador de tantos elogios por la limpieza de nuestros trabajos escritos a mano, el clásico y famoso estilo de escritura de izquierda a derecha. Cuantas páginas manchadas, tinta corrida, letras a lápiz “sombreadas” por el grafito tallado con la mano después de escribir.

En fin, este post no pretende ser queja, sino recordatorio de esos y tantos otros detalles y anécdotas, unas divertidas, otras no tanto que son parte de lo que nos hace “especiales”; aunque la verdad, después de todo este tiempo me sigue persiguiendo la duda:

 Porqué  “Diestro”, que tiene su raíz en el latín “dextro”, es alguien hábil; mientras que “Siniestro”, con origen en el latín “sinister”, (solo escribirlo evoca cosas poco agradables) se usa para eventos infelices, averías, hechos funestos, etc.

Es pregunta…

miércoles, 18 de mayo de 2011

...de infecciones, reflexiones y flexiones.

Nunca he acostumbrado medirme para comer. Alguna vez lo comenté (creo que en el post de mi abuelo). Siempre me ha gustado probar alimentos que no conozco; sin embargo, hace tres semanas empecé a sentirme mal sin haber variado mis hábitos, ni haber comido nada extraordinario; entonces, como es común (creo), cuando te duele el estómago o padeces con cierta regularidad del mismo, no vas inmediatamente al médico, sino que esperas a que “pase solo”. Solamente que en esta ocasión, no me salió.

Así las cosas, pasaron varios días y entre que mejoraba y me volvía a sentir mal, se me fueron dos semanas sin estar totalmente enfermo, ni del todo bien; lo que sí, es que en cuanto me volvía a sentir mejor, volvía a comer normalmente, hasta que, después de esas dos semanas, llegó un momento en el que ya me sentía verdaderamente mal, lo que como era de esperarse, sucedió un fin de semana, en el que los médicos están menos disponibles.

El asunto fue que durante estos días, o más bien ya pasados los días, es decir, cuando tuve la capacidad de reflexionar en el hecho, pensé cómo muchas veces oímos que la salud “es lo más importante”, o que “sin salud no se tiene nada”, o que “la salud no se compra”.

Pues bien, estos días tuve la oportunidad de vivirlo en carne propia y, aunque mi malestar no pasaba de ser una infección de mediana intensidad,  en realidad logró tumbarme anímicamente, no tenía ganas de nada, no me sentía con ánimos ni de levantarme de la cama, afortunadamente la infección no me tuvo en el baño todo el tiempo, pero no era necesario, toda mi energía se esfumó; entre el dolor de cabeza y el dolor de estómago, no me quedaba nada por hacer o siquiera pensar.

Reflexionaba también acerca de aquellas personas con alguna enfermedad realmente grave o incurable, y acerca de como desde el punto de vista de una persona sana, muchas veces nos preguntamos Cómo es que dichas personas pueden siquiera considerar la idea de morir? Cómo pueden pensar en no vivir?, o cómo perder el ánimo por la vida? Digo, lo mío fue una infección, no tan sencilla, pero no grave, y aún así, ya no quería nada, prefería poder estado dormido, para estar ausente, para no estar, para no pensar en el sufrimiento, desánimo y la falta de energía. 

Imaginemos ahora la carga psicológica y anímica para una persona que no sabe si va a mejorar o cuando, o peor aún, de aquellas que saben que no van a mejorar.

Así se ven, así vi las cosas desde otra perspectiva, la perspectiva de la falta de salud.

Obviamente ya habiendo mejorado y viendo todo en retrospectiva, podía pensar en cosas más banales, como todo lo que tuve que sacrificar en mi alimentación, ya que siendo de buen diente, el solo con leer la lista de las cosas de las que debía prescindir, me provocó otro dolor nada leve.

En fin, no deja de ser un sacrificio. Lo que sí es cierto, es que es increíble como con algo así, puedes valorar la salud y lo importante que es conservarla. Ahora, aunque sigo en tratamiento, poco a poco voy reintegrando a mi dieta cosas con más sabor, aunque espero que la lección aprendida perdure, así como el hábito de cuidar lo que como, sabiendo que hay cosas que no me caen bien, además de evaluar con mayor conciencia el riesgo de comerlas contra la posibilidad de enfermar.

Por lo pronto, aprovecho este momento de reflexión, para enderezar mis hábitos alimenticios por una parte, y para valorar en su justa dimensión la salud del cuerpo. Y si hay que olvidarse de los tacos de barbacoa por un tiempo, pues que así sea. Que rayos?!.