jueves, 29 de noviembre de 2012

Y si quedara atrapado?



Hace años, cuando el hermano mayor de mi papa enfermó y quedo paralizado, lo único que supe fue que los doctores no atinaban a diagnosticarlo; lo que yo recuerdo, es verlo llorar cuando sus hijas o mi tía le preguntaban algo y el aparentemente trataba de responder, logrando únicamente gesticular un poco...

Años después, mi abuelo sufrió algo similar, esta vez con diagnóstico: embolia. La primera le quitó la movilidad a la mitad de su cuerpo; la segunda, lo dejo casi postrado. Igual lo recuerdo con ojos lagrimosos escuchando mientras yo le contaba algo o hacía esfuerzos por adivinar lo que quería decir o lo que necesitaba.

Después, vi miedo en los ojos de mi padre; un miedo que ahora entiendo: el miedo a correr la misma suerte, a quedar atrapado en un cuerpo que lo responda; porque, sufrir una enfermedad que incapacite, si no estás consciente, quizá no esté tan mal, pero que sucede si la mente, o por lo menos la consciencia está lo suficientemente alerta para entender la situación, pero no para manejar al cuerpo? 

Debe ser el más aterrador de los encierros, estar atrapado en tu propio cuerpo.

Alternativas? Tratar de reducir los riesgos, tratar de vivir sanamente, y en última instancia, hablar con las personas cercanas, acordar un método de comunicación que pueda ser usado en un caso tan extremo, que permita al menos diferenciar entre un "si" y un "no" a quien esté incapacitado. Yo, lo platiqué con mi papá, y llegamos a un acuerdo. Si a alguno de los dos nos sucede eso en algún momento, utilizar tarjetas con respuestas opuestas para preguntas determinadas, que puedan ser respondidas ya sea con algun movimiento que pueda ser tan sutil como el movimiento ocular.

Extremista? 
Fatalista? 
Puede ser, pero nada me cuesta haberlo hablado, saber que en caso necesario al menos esa alternativa podría tener.

Dicen que el miedo no anda en burro...

viernes, 16 de noviembre de 2012

Mauchetes.



Antes de su llegada me preguntaba como sería posible dividir el amor de padre en mas de una persona; lo sentía igual de inexplicable que el amor a un hijo para alguien que no lo tiene; la capacidad de amar en igual cantidad e intensidad a cada uno de los hijos.

Lo veo y me desarma, igual que sus hermanos, y sin embargo hay algo especial en él, algo que lo hace diferente, esa sonrisa pícara, esa actitud desparpajada y sin preocupación con la que se mueve por la casa.

Siempre curioso, siempre aprendiendo, obstinado como el que más; así, desde bebé se notaba en su carácter, aún antes de poder hablar y caminar; y sin embargo, siempre dispuesto a disculparse sin el menor reparo cuando entiende que actuó mal.

En ocasiones, cuando lo observo me pregunto porqué él no viene a mi, como su hermano mayor lo hizo a la edad en la que de todo buscan el “porqué”; luego, lo escucho preguntando alguna de sus muchas dudas y lo entiendo, con él tiene ese vínculo para mi desconocido, el vínculo con el hermano mayor, esa esa imagen tan cercana, mas bien inseparable; su maestro, su cómplice, su primer amigo.

Muchas veces he pensado en el reto que para él representa ser el hijo de en medio, el sandwich, crecer en su lugar en la familia: admirar y querer ser como el hermano mayor sin tener sus habilidades tan desarrolladas por su edad menor y al mismo tiempo ya no ser el bebé, ni recibir los mismos cuidados y atenciones que el hijo menor requiere. 

Es un gran reto, el reto de crecer, su reto, del que solo puedo ser testigo y punto de apoyo.