Bajé al subterráneo y fue como si los casi 10 años no hubiesen transcurrido desde la última vez que estuve ahí, como si hubiese sido ayer que utilicé ese transporte, cargando únicamente una “backpack” y mis papeles.
Afuera, en todo ese tiempo, las cosas habían cambiado, yo había cambiado; arriba, el mundo era otro, dejó de ser ese mundo en el que habíamos vivido hasta entonces y empezó a ser otro, el de ahora, a la semana de mi regreso a México, aquel 11 de Septiembre del 2001.
En ese tiempo el viaje en avión no era el viacrucis que es hoy…
Pero ahí, abajo, el recuerdo era tan vívido, como si fuera real.
Fue volver a recordar las ciudades, los aromas, los sabores; tantos pequeños momentos que marcaron de manera tan definitiva mi vida, mi perspectiva de la vida y de lo que era el mundo.
El saber que no en todos lados las ciudades fueron diseñadas para los coches; saber que se puede vivir sin puentes peatonales; que París es mas bello en patines; que en el Louvre debe haber mas artículos egipcios que en los museos en Egipto; que un día cualquiera, hay mas fila para subir a la Torre Eiffel que para cualquier atracción de Universal Studios (en elevador, a pie no está tan mal); que en Inglaterra, el 95% de los turistas que mueren, se deben a accidentes de tráfico por la circulación izquierda; que en el Palacio de Buckingham la bandera no ondea si no está la Reina; que la mostaza de Dijon es un buen antihistamínico; que no hay que dar por hecho que la gente no entiende español; que en Amsterdam hay dos bicicletas por habitante; que puedes cargar en la mochila un queso holandés por un mes, pero al llegar a México, te lo pueden decomisar por haberlo declarado (mientras que quien no lo declara, pasa tres); que la sede del gobierno de la UE está en Bruselas; que en Gante está la única escultura de Miguel Angel fuera de Italia; que el escudo de Munich tiene unos monjes medio catarrines; que en algunas ciudades hay que cuidarse mas de las bicicletas que de los coches; que aún en el 2001 se notaba en Berlín la diferencia entre el Este y el Oeste; que las personas harían cualquier cosa para escapar de la Alemania Oriental (Checkpoint Charlie Museum); Que en Berlín no es tan buena idea andar en patines; que en muchas ciudades, los ciudadanos pagan los servicios porque es su responsabilidad, y no porque los persigan o los auditen; que si se te caen unos lentes al lago en Zurich deberás pagar multa por contaminarlo; que si te encuentras un “barrigón” sin camisa, de cabello chino y piensas: “solo falta que sea Mexicano”, existe una gran probabilidad de que al escucharlo hablar te des cuenta que sí lo es (LOL); que 95 de cada 100 personas se toma “la foto” deteniendo la Torre de Pisa; que en Venecia, los gondoleros NO cantan como en las películas; que ahí mismo, si una paloma (de los miles que hay) te golpea por accidente, la gente puede voltear a verte como si fuera tu culpa, por no quitarte de en medio; que en Verona, la “Chichi” de Julieta, es la parte mas tocada de su estatua; que los paisajes mas bellos los encontrarás en Suiza; que en Roma hay muchas italianas; que un miércoles cualquiera, podías ser el primero en llegar a la audiencia pública de Juan Pablo II y verlo a dos metros de distancia; que las playas en Europa, no tienen NADA que ver con las playas del caribe…
…en fin, es literalmente otro mundo. Al final de cuentas, es un viaje, para recordar siempre.
El haber decidido repentinamente dejarlo todo y lanzarme a la aventura, un mes, dos amigos, un mapa y un plan. Era en ese momento o nunca. Fue el momento justo.
No hay viaje como un “mochilazo”, nada de Tours guiados, nada de planes y horarios por cumplir, era simplemente ver lo que se quería ver, el tiempo que se quería ver.
A casi diez años de distancia, ese aroma, la grasa del subterráneo, me transportó de nuevo a ese viaje inolvidable.