Hace algunos días mientras esperaba un trámite en el puente internacional, pude ver un hombre que comía tranquilamente una caña de azúcar mientras esperaba revisaran su vehículo. Me dio risa lo concentrado que estaba, y a la vez, aunque sin ser sucio, su forma de comer me recordó algo en lo que en ocasiones percibo y me parece muy divertido.
Se trata de cómo, si lo pensamos, nuestro comportamiento se parece tanto a los del resto de los animales “no racionales” y de quienes la mayoría de las veces nos sentimos tan alejados y tan superiores. En fin, el hecho es que disfruto, cuando tengo oportunidad, observar el comportamiento de las personas y hallar similitudes con el comportamiento de algún otro ser vivo, como por ejemplo:
Ver a un bebé, o un niño pequeño, tratando de que su papá/mamá lo cargue y cuando lo logra, como invariablemente aferra sus piernitas alrededor del, en ocasiones protuberante, vientre del progenitor en turno, como lo hacen los chimpancés, gorilas y otros primates.
O recuerdo también, cuando iniciaba en mi carrera laboral y estaba de residente en una construcción, a Don Joaquín, un albañil de alrededor de 70 años, que después de calentar los tacos que le hacía su esposa y le enviaba de lonche, se sentaba en “cuclillas” mientras saboreaba esos deliciosos tacos de papa o de frijol que no pueden encontrarse en ningún otro lado, ni pueden tener el mismo delicioso sabor, si no son calentados en una lámina semi-cubierta de concreto y calentados con leña de pino, obtenida de los sobrantes de alguna cimbra. Lo más gracioso es que Don Joaquín no tomaba el taco como lo hacemos la mayoría, que con mucha precaución para no ensuciarnos, lo tomamos de la parte superior, dejando que lo que tenga que caer, caiga. No, él lo hacía tomándolo con toda la mano, por el centro, rodeándolo con todos los dedos, como haciéndolo “machito”, me recordaba tanto la forma en que los pericos toman su alimento para comer.
Y que tal la manera en que los hombres, desde la adolescencia “aprendemos” a demostrar el “cariño” por nuestros amigos? Ni modo de andarnos abrazando y diciendo palabras tiernas, verdad? así que tenemos que recurrir a los golpes, empujones, zapes, etc., tal como los simios con sus similares.
O los niños jugando, retozando en un jardín, echando maromas, persiguiéndose unos a otros, me recuerdan tanto a los cachorros de los felinos, que con cualquier cosa pueden entretenerse y pasar momentos maravillosos.
Tristemente, en ocasiones, esos mismos humanos, recuerdan a otros animales, los carroñeros, los depredadores, que solo esperan el momento más vulnerable de algún otro menos afortunado para hacerse con lo que, desde su perspectiva, puede ser suyo.
Sin embargo, aun ahí hay una diferencia abismal, ellos (los animales) lo hacen para sobrevivir, por instinto, no por crueldad como algunos de nosotros, quienes a veces sin ninguna razón aparente, nos colocamos “en el punto más alto de la evolución”.
Creo que como especie deberíamos ser un mucho más humildes y aprender de las criaturas que nos rodean.
En ocasiones me pregunto si no tendría razón aquella frase de Smith en The Matrix, cuando decía que los humanos somos un virus que solo llegamos para destruir todo lo que tocamos y que antes de nosotros vivía en orden? Es triste pensarlo, pero a veces no me parece una premisa tan descabellada.
En fin, la intención de este post no es lamentarme, sino compartirles lo divertido que es darnos cuenta que, aunque nos sintamos muy “superiores como especie” respecto a otros seres vivos, hacemos muchas cosas iguales. Chéquenlo y verán!