Envejecer no es lo triste, lo
triste es dejar de ser niño.
Más allá de todas las
complicaciones que rodean el hecho de ser adulto, ya sean el trabajo, la
responsabilidad de tener una familia, los compromisos sociales y/o económicos,
etcétera, una de las cosas que más añoro de ser niño, es la capacidad de soñar,
de imaginar, de crear con la mente.
No lo había notado, es decir, no
me había detenido a pensar porqué, aunque me divierto mucho jugando con mis
hijos, no me causa la misma emoción que me causaba organizar un juego o imaginar
una historia cuando era niño; ahora, cuando mucho, puedo dar una pauta, dar
ideas que les generen inquietud, asombro, que los emocionen y los hagan crear,
a partir de ahí, su historia, su mundo.
Y no es que no lo quiera o no lo
disfrute, es simplemente que con el pasar de los años, mi mente ya tan “viciada”
de responsabilidades y cosas que “deben hacerse”, no logra desprenderse de la
inercia, desconectarse, de manera que pueda dejarme llevar por los
extraordinarios y ricamente detallados ambientes que generan los críos en sus
historias.
Muchas veces me he encontrado, como
un simple espectador ante sus juegos, sin interactuar, haciendo como que estoy,
sin estar, por ejemplo, en “cuclillas” rehusándome a poner una rodilla en la
tierra por no ensuciarme el pantalón, como si nunca me hubiera tirado de panza
para estar al nivel de la ventana de un hot wheels, o como si jamás hubiera
escarbado con las uñas en un promontorio de tierra para hacer una guarida donde
esconder algún invaluable tesoro.
Sin embargo, lo más increíble de
todo es que cuando me decido a romper la costumbre, la mirada de los críos se
ilumina, su cara se llena de una sorpresa y alegría que no puedo describir de
descubrir a su papá enrolado realmente en su juego.
Debo confesar que me cuesta
trabajo, la imaginación no es la misma, me esfuerzo por creer en lo que estoy
haciendo, pero esos aliados que encuentro en sus caritas, sus diálogos, sus
argumentos, su imaginación, lo hacen más sencillo; me ayudan a volver a ser un
niño, me ayudan a no envejecer, y esa es una cosa más que tengo que agradecer a
mis hijos.
Es como esa campaña de Coca-Cola
en la que te invitan a recordar el súper héroe que fuiste de niño; como adulto quizá
ya no nos vemos a nosotros mismos así, pero para los críos es justamente lo que
somos, y como súper héroes estamos llamados a hacer cosas extraordinarias.
El crecer conlleva muchas responsabilidades... y con ello creemos perder libertad... los pequeños nos recuerdan que no es asi... que somos libres mientras tengamos nuestro niño viviendo por siempre en nosotros... aveces es bueno, perder la nocion del tiempo, y dejarlo salir... no todo debe ser tan serio, siempre...
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